El atroz “Experimento Kentler”: un plan de adopción para pedófilos que Alemania apoyó durante décadas

En la década del 70, un prestigioso sexólogo, Helmut Kentler, promovió que niños sin hogar de Alemania occidental fueran refugiados en hogares de pedófilos bajo la idea de que iban a ser tratados con “cariño”. Según el especialista, era una forma de abordar el problema de los pederastas en el país durante la posguerra. Una investigación de la Universidad de Hildesheim descubrió que las autoridades de Berlín soportaron estas prácticas durante 30 años

Helmut Kentler fue uno de los sexólogos más influyentes de la Alemania a partir de los años 60. Apareció en el momento justo, en el lugar menos indicado: se convirtió en una eminencia en un país que estaba desorientado, ardido y aturdido por su pasado reciente, en plena búsqueda por reconfigurar una identidad asociada a los horrores del fascismo nazi.

A fines de los 80 todavía humeaban aquellas ruinas del Tercer Reich y mientras Kentler recorría canales de TV y publicaba libros, Marco era un niño que andaba por las calles de Berlin occidental, a la intemperie de padre y madre. A los ocho lo atropelló un auto mientras callejeaba y su caso fue tomado por los servicios sociales de la capital alemana después de descubrir que su padres no lo cuidaban. El Estado local lo derivó entonces a una casa de guarda. Hasta entrados los 2000, Marco vivió junto a Fritz Henkel, un ingeniero que desde 1973 alojaba varones como él dados en adopción por sugerencia de Kentler.

A Marco el infierno le creció adentro. Entre 1988 y 2003 vivió con su padre adoptivo. Y durante este lapso, y hasta hace muy poco, su cuerpo fue un recipiente hermético, un alma sin sentimientos ni expresiones, sin la capacidad de darse cuenta ni siquiera de sus síntomas: en la preadolescencia llegó a dormir varias noches con un cuchillo bajo la almohada porque, decía, veía al demonio detrás de la pared de su habitación.

Para la conciencia del niño que fue Marco no había nada extraño en la forma en que el padre adoptivo lo trató durante todos esos años. Estaba dentro de lo “normal” que le pegara, lo amenazara y abusara sexualmente de él y de sus “hermanos”. Sin referencias del mundo exterior o familiar, y con el aval de las visitas mensuales al consultorio de Kentler, todo aquello era ordinario como comer, como bañarse, como jugar a los Templarios.

Tres décadas más tarde, el propio Senado abrió una investigación con el fin de esclarecer una pregunta que fulgura como una antorcha desde hace años: cómo fue que pudieron avalar semejante idea.

La politóloga Teresa Nentwig ya había intentado investigar el caso años antes y había descubierto que en los años 70 y 80, por recomendación expresa de Kentler,las autoridades berlinesas designaron deliberadamente como tutores de chicos en adopción a hombres que habían sido condenados por tener contactos sexuales con menores. La sospecha es que el proyecto siguió los años siguientes. Y se desconoce a cuántos niños afectó.

Helmut Kentler era psicólogo y profesor de pedagogía en la Universidad de Hannover. Había escrito varios libros sobre educación sexual y el diario Die Zeit lohabía considerado “la principal autoridad de la nación en cuestiones de educación sexual”. Por pedido del Estado a finales de los 60 estudió a los llamados “niños de la estación Zoo”, que se prostituían a cambio de comida, cama, baño y drogas. Kentler analizó y concluyó que el acto sexual debía tener un impacto positivo en el desarrollo personal de los niños.

“En aquellos días, las autoridades de Berlín se vieron impotentes y no entendían cómo debían comportarse con estos jóvenes. De manera que se mostraron favorables a tales ‘experimentos”, explicó Nentwig a Sputnik News cuando comenzó su investigación, en 2016, titulada “El apoyo a los intereses de pederastas y pedosexuales por parte del Senado de Berlín sobre la base del ejemplo del experimento de Helmut Kentler”.

Kentler creció durante la Segunda Guerra. Su padre, que según él contó en uno de sus libros nunca lo amó, se sumó a las filas nazis y llegó al grado de coronel del Ejército. La persecución a los homosexuales fue una política de Estado durante el nazismo y se mantuvo aun después de caído Hitler. Como tal, Kentler se sintió perseguido y asustado. Por aquellos años los gays eran detenidos de a miles sólo por su condición. En 1960 se recibió de psicólogo, lo que le permitió ser “un ingeniero en el ámbito del alma manipulable“, según contó en una conferencia.

Pocos años antes, en una reunión del Club Republicano, un movimiento de intelectuales de izquierda, se identificó por primera vez como gay en público. “Decidí convertir mis pasiones en una profesión (que también es buena para las pasiones: están controladas)”, escribió por esa época. Luego se doctoró en Educación Social en la Universidad de Hannover y en 1975 publicó una guía llamada “Los padres aprenden educación sexual”.Kentler junto a Marco, en los años 80, durante una visitaKentler junto a Marco, en los años 80, durante una visita

El psicoanalista marxista Wilhelm Reich sostenía que el libre flujo de energía sexual era esencial para construir un nuevo tipo de sociedad. Fue una inspiración para Kentler. En su libro les enseña a los padres a no avergonzarse de los deseos de sus hijos. También creía que la represión sexual explicaba el pensamiento fascista, una idea tomada de un libro del sociólogo Klaus Theweleit, ”Fantasías masculinas”, que había estudiado a los combatientes alemanes y concluía que sus impulsos inhibidos, junto con el miedo a cualquier cosa pegajosa, efusiva o maloliente, se habían canalizado hacia la destrucción.

La emancipación sexual era esencial para los movimientos estudiantiles de aquella Europa occidental. En Alemania los jóvenes creían que el holocausto había determinado la represión del goce. Cuando les tocó ser padres, propusieron una etapa de reconfiguración total. Mandaban a sus hijos a guarderías donde se animaba a los niños a estar desnudos y ser curiosos con los cuerpos de los demás.